Según el testimonio de un explorador que en 1608 llegó a una isla del Pacífico llamada Tokabaru, sus bellos y jóvenes habitantes celebraban periódicamente un extraño rito presidido por la estatua de un dios perro mientras bebían un elixir elaborado con unas extrañas anémonas marinas. La poción contenía supuestamente el secreto de la eterna juventud y daba vitalidad y fertilidad a quien la bebía. Un día, la estatua con supuestos poderes mágicos desaparece y llega a Nueva Zelanda, dónde dos parejas y un club de ancianos intentarán por todos sus medios hacerse con el tótem y con la poción con objetivos diversos.