Babel pasa una infancia poco corriente. Encerrada entre altos muros y blancas paredes, se ve obligada a crecer en un hospicio debido a que su madre no puede cuidar de ella ya que ha sido internada en un centro psiquiátrico. Pasado un tiempo, el doctor decide que ya es hora de darle a la madre libertad, porque su estado de salud es mejor. Babel y su madre empiezan una nueva vida juntas. La convivencia entre ambas es difícil. Los traumas vividos y los recuerdos asolan a la pequeña, que se ve incapaz de mantener una relación más o menos formal con su progenitora. Por si esto fuera poco, un sentimiento de culpabilidad se apodera de ella.