Roman tiene una obsesión: la bici. Para recuperarse de una lesión, trabaja duro, se somete a un régimen estricto e incluso ha instalado una carpa de oxígeno donde duerme cada noche, mientras su mujer, Šarlota, insiste en que tengan un hijo. Los dos someterán sus cuerpos a todo tipo de experimentos, convirtiendo así Domestik en una declinación del body horror en clave psicológica.