Una mañana, Eddie Anderson va a trabajar, pero, de repente, en la autopista intenta suicidarse. Al regresar del hospital, se encierra en un mutismo que sólo rompe para intentar que su mujer comprenda las razones de su malestar: trata de explicarle cómo su éxito como ejecutivo y su relación amorosa con su secretaria Gwen sólo han servido para poner de manifiesto la falsedad de su vida. A partir de ese momento, Eddie intenta cambiar, pero sus esfuerzos fracasan: vuelve a la agencia y reanuda su relación con Gwen, pero no puede evitar que su esposa lo recluya en un hospital psiquiátrico.