El escultor rumano de veintisiete años, Constantin Brâncusi, caminó desde Bucarest a París en 1903 y 1904 como preparación y preludio para convertirse en el escultor más importante del siglo XX. Brancusi abandona su pequeño pueblo de Hobita, al sur de las montañas de los Cárpatos, y camina por Rumanía, Hungría, Austria, Alemania, Suiza y partes de Francia para llegar a París, la metrópolis de la cultura mundial durante las primeras tres décadas del siglo XX.