Cuando todo esté en orden
Ignacio y Pablo son padre e hijo. El primero tiene cincuenta y cinco años, y el segundo está cerca de la treintena. En los últimos meses ninguno de ellos ha vivido en la casa familiar en la que los dos fueron los únicos ocupantes, Ignacio porque emigró a otra ciudad en busca de empleo; su hijo, porque ingresó en un centro de desintoxicación. La casualidad quiere que padre e hijo regresen al pueblo el mismo día. A Ignacio, en su nueva empresa, le han jubilado anticipadamente y se ha quedado sin excusa para prolongar su ausencia del pueblo y de lo que fue su casa familiar. A Pablo, por su lado, le han dado el alta en el centro y, a partir de ahora, podrá seguir su tratamiento en el ambulatorio del propio pueblo.